Carlos Enriquez

En 1920 viaja a los Estados Unidos y estudia pintura en la Pennsylvania Academy of the Fine Arts. Expone sus primeras obras en 1925 en la Asociación de Pintores y Escultores, La Habana.
 

Desde entonces se suma a esa suerte de cruzada de los artistas cubanos de vanguardia por un arte moderno, desembarazado de atavismos académicos. Colabora con la Revista de Avance y participa en 1927 en la trascendental exposición de Arte Nuevo.

Parte a Europa en 1930 y radicado en Francia establece vínculos estrechos con el surrealismo, de ahí el giro que toma su pintura a partir de ese momento.

De regreso en Cuba expone en la sociedad Lyceum pero sus obras escandalizan al público y la exposición es clausurada. Finalmente exhibe en el bufete del abogado, historiador de la ciudad y destacado intelectual cubano Emilio Roig de Leuchsenring

En este momento inicia su etapa más característica y brillante, que transita fundamentalmente por dos caminos: una interpretación poética del folclore montuno desbordada de sensualismo, cuya cúspide es El rapto de las mulatas; y un segundo camino donde ensaya la estilización de la realidad social del campo cubano, cuyo mejor ejemplo quizás sea El rey de los campos de Cuba.

Definida por las transparencias, la nota expresionista, los colores vibrantes, el sensualismo endógeno su pintura es siempre intensa, veraz, resonante y orgánica.