Marcelo Pogolotti. 2008.
Compilar la producción de Marcelo Pogolotti es un viejo anhelo de muchos, una obra de variadas aristas con ejes en La Habana, Turín y París.
Así se acometió la selección más amplia que se haya publicado del artista a partir del amplio fondo que posee el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, las piezas en colecciones particulares, así como una revisión documental que posibilitó la referencia a obras perdidas, de manera de poder ofrecer una rigurosa cronología comentada.
El catálogo transita por aquello que los críticos suelen denominar períodos, épocas o etapas, desde las cuales se puede atisbar el viaje del artista entre América y Europa, entre el lugar de nacimiento, los focos que contribuyeron a su formación y el momento decisivo en que puso proa hacia la creación artística.
Nos encontramos ante uno de los más interesantes y singulares pintores modernos cubanos. Modernidad dada, entre otras cuestiones, por su enclave citadino. El lector podrá comprobar la modernidad de Pogolotti, su sentido urbano y a la vez cosmopolita adquirido en todo ese tráfico americano y europeo. La ciudad está estampada desde las plumillas habaneras; desde las esquinas y rincones de una ciudad que se modernizaba y en la cual lo colonial convivía como recuerdo, testigo de una época asociada entonces a un pasado de tradición.
De otra manera se muestra la ciudad en la serie de dibujos Nuestro tiempo. Se valoriza ahora un escenario en el cual conviven, se enfrentan y luchan los personajes: perseguidos y perseguidores; explotados y explotadores; enmarcados de manera referencial en la urbe a través de anuncios, construcciones o avenidas, motivos que forcejean en la escena para referir el contexto pictórico.
Hasta cuando alude a los trabajadores, estos se sitúan en el espacio de la fábrica, área vinculada también al desarrollo poblacional y urbano.
Con él estamos ante nuestro primer pintor de la modernidad cultural. Pogolotti sincroniza con esa nueva iconografía que coloca al obrero en un primer plano, consecuencia de los acontecimientos económicos que diagramaron los últimos años de la década del veinte, con el crac bancario y laposterior Depresión. Así deja plasmado el tiempo de enfrentamiento, el de la verdadera crisis, el de la denuncia. Su obra vibra en dicho contexto dentro de una iconografía que entonces se posiciona de los acontecimientos.
En ese sentido será el primer artista americano o al menos uno de los primeros en trabajar la estética de la máquina y ésta como emblema de la fábrica, de la enajenación del trabajador, pero también de una nueva dimensión artística. Todos estos factores conducen una obra en tiempo histórico, desde el prisma de la creación con la incorporación de los discursos más modernos como el futurismo, el cubo-futurismo, el maquinismo, el expresionismo, el montaje paralelo, con ediciones de planos que remiten a Tiempos modernosy Metrópolis, con lo cual la novedad es también correlato con otras artes.
A todo lo anterior se suma la técnica, la invención del collage metálico para ofrecer una singularidad a este aporte de la modernidad y lograr así un contraste de grises. El cromatismo de una obra que no es estridente sino por el contrario sobria, donde los enfrentamientos cromáticos estánatemperados por un diseño de contrapuntos de líneas y volúmenes, manos y cuerpos soportan el equilibrio y, a la vez, contribuyen a la dinámica del espacio.
El Museo Nacional de Bellas Artes agradece a Elio Menzione y a Rita Marchiori el haber tomado con calor esta idea, para junto a AlessandraSantise y al equipo de la Región de Piamonte, contribuir a la realización de este libro, homenaje pendiente al primer pintor moderno cubano.
Luz Merino Acosta